La princesa de Gales se vio forzada a comparecer públicamente para desvelar el verdadero motivo de su ausencia en los actos públicos
Hoy en día, la fascinación por la realeza —especialmente la británica— se encuentra en su punto más alto. Basta con hojear cualquier revista o diario para encontrar al menos un artículo dedicado a algún miembro de la familia real. Los medios analizan cada detalle de su vida: desde su educación y actos públicos hasta el estilo y las elecciones de moda que, en ocasiones, emulan looks históricos o de otros personajes ilustres. Es una realidad que la vida de los monarcas se ha espectacularizado casi por completo debido a las ansias de conocer cada secreto o gesto detrás de las puertas del palacio que tiene la ávida audiencia. Pero, en numerosas ocasiones, alcanzan límites éticamente reprochables.
Un ejemplo reciente de mala praxis ética en el periodismo lo encontramos en las especulaciones sobre Kate Middleton, princesa de Gales, y las posibles razones de sus ausencias en varios actos públicos a los que ha acudido solo su esposo, el príncipe Guillermo. Estos rumores se originaron en los tabloides británicos, como The Sun, Daily Mail y Mirror, que rápidamente dieron pie a teorías no confirmadas su vida privada. No tardaron en seguir esta línea varios medios españoles, que hicieron eco a las distintas insinuaciones sin tener en cuenta la rigurosidad informativa.
Entre la prensa española que replicó el enfoque de los tabloides se encuentra un artículo de La Razón, titulado “Kate Middleton, gran ausente en Ascot”. En este artículo, se plantea la ausencia de la princesa de Gales en eventos recientes, especialmente en la famosa carrera de Ascot, donde la princesa no asistió mientras su marido representaba a la familia real. La pieza menciona rumores sobre su estado de salud y su vida personal, y sugiere además que hay razones ocultas detrás de su falta de presencia. Sin embargo, el artículo no proporciona pruebas concretas ni declaraciones oficiales que respalden tales afirmaciones, lo que convierte a la publicación en un ejemplo de especulación sin fundamento.
Además, en un artículo de Semana, titulado “Una amiga de Kate Middleton aclara el verdadero motivo de su desaparición”, se recogen comentarios de una amiga cercana de la princesa. La amiga sugiere que la ausencia de Kate no se debe a ningún problema grave, sino a una necesidad de cuidar su bienestar personal y familiar. Sin embargo, la narrativa prosigue con las insinuaciones referidas a las ausencias y el artículo afirma que podrían estar relacionadas con las presiones del escrutinio público y los rumores de infidelidades en el entorno del príncipe Guillermo.
Por otro lado, 20 Minutos también abordó la situación en el artículo “El plan de Buckingham Palace para que se olvide de la supuesta infidelidad del príncipe Guillermo”. Este artículo ofrece un análisis de las estrategias de comunicación que el Palacio de Buckingham podría estar utilizando para manejar las crisis de imagen y las especulaciones sobre la familia real. Menciona la necesidad de desviar la atención de los rumores de infidelidad y sugiere que las ausencias de Kate son parte de un plan más amplio para estabilizar la percepción pública. El artículo tampoco presenta pruebas sólidas sobre estos rumores. Esta práctica, común en la prensa del corazón, parece buscar captar lectores mediante el suspense y la intriga en lugar de informar de manera objetiva.
Además de faltar a la veracidad, estos artículos revelan cómo figuras públicas pueden verse especialmente expuestas al poder del sensacionalismo, que a su vez, deja de lado el respeto al derecho a la intimidad que tienen los monarcas como personas, aunque sean figuras públicas. La deontología periodística exige que la información sea contrastada y se evite la especulación, en particular sobre temas que afectan la privacidad de las personas. Sin embargo, cuando se trata de la realeza, algunos medios justifican estas prácticas apelando a la “relevancia pública” de los monarcas, lo cual es éticamente cuestionable.
Este tipo de enfoque también refuerza una tendencia mediática que suele observarse con más frecuencia en figuras femeninas de la realeza. Al centrar la cobertura en aspectos de su apariencia, sus ausencias o decisiones personales, los medios contribuyen a construir una imagen de Kate más basada en aspectos superficiales que en su rol institucional. Esto no solo invade su privacidad, sino que además reproduce estereotipos de género, relegando a su figura a un objeto de curiosidad y especulación.
El impacto de estos artículos sensacionalistas se extiende también a la relación entre el público y la credibilidad de la información. La proliferación de teorías infundadas y especulaciones dificulta a los lectores distinguir entre hechos verificados y rumores sin fundamento, afectando la confianza en los medios y dejando dudas sobre su verdadero papel en la sociedad actual. Como futuros periodistas y profesionales de la comunicación, deberíamos plantearnos hasta qué punto se puede dar información de la vida de figuras públicas, aunque susciten mayor interés que otras informaciones. Es imprescindible tener un buen sentido ético y cuidar la deontología periodística.
Elaborado por David Abril, Rubén Cesteros y Paula Fernández